Pepa Plana & Guillem Albà – Una payasa y un payaso. Con nariz o sin nariz?

Para estas conversaciones de verano la cita es en La Central del Circ, unas instalaciones fantásticas situadas en el Foro de Barcelona, mirando al mar. Circo y payasas o payasos podrían parecer palabras casadas, pero pronto me doy cuenta que ya hace tiempo que unas y otras tuvieron que emigrar de su reino romántico para explorar nuevos territorios escénicos y descubrir nuevos públicos. Conocí Pepa Plana hace ya muchos años, cuando los dos materializamos un sueño de convertirnos en actor y actriz de la escena catalana, formándonos al viejo Instituto del Teatro de Barcelona. Mientras tanto y al mismo tiempo, en Vilanova y la Geltrú, un niño de pocos añitos crecía comiendo escenarios y bebiendo espectáculos. Ahora, gracias a la entreacto, los hacemos sentarse cara a cara, porque ellos se conozcan más personalmente y nosotros los conozcamos mejor. Mismo oficio y diferente nacimiento. Mismas ilusiones y diferentes proyecciones. Mismo amor y diferente mirada. Seguramente no son tan “diferentes” de cómo ellos se creen, para que finalmente los dos pisan el “mismo” camino del artista único, indomable y soñador.

Pepa Plana: Podríamos decir que nos conocemos de hace mucho tiempo, pero más por referencias de otros, viendo alguna actuación tuya y pequeños encuentros, no? La primera noticia que tengo de ti, hace ya muchos años, es por tus padres (ríen los dos). De hecho, yo tengo un hijo un poco más grande que tú. (vuelven a reír) Nos hemos visto trabajar, hemos coincidido en algún momento, pero quizás nunca nos habíamos parado a hablar de esta manera … tan íntima … (la risa estalla).

Guillem Albà: Pues yo te conozco de siempre. A mí se me hace raro esto porque mucha gente que yo conocía de pequeño y que había visto por casa, o que mis padres me habían hablado, en estos momentos son compañeros de profesión. Ahora, cuando coincido con gente del oficio pienso: uno … cuando era pequeño a ti ya te había visto actuar!

P. P.: Somos generaciones diferentes, pero siempre todos venimos de tradiciones y maestros anteriores a nosotros. Yo también he aprendido de gente que vi de jovencita. Lo que me pasa es que ahora ya me encuentro espectadores que me dicen que me han visto cuando ellos eran pequeños y eso me hace pensar que ha pasado un poco el tiempo (ríen). Sí mi base, mi formación, es de actriz formada en el Institut del Teatre, y debo decir que en aquellos momentos ni yo misma sabía que quería ser payasa. De hecho, de circo no había nada o muy poco. Pero ahora veo que la mayoría de mujeres payasas de mi generación, que hay en la actualidad en todo el mundo, venimos casi todas del mundo del arte dramático. Los que ahora empiezan sí tienen más oportunidades de formarse o practicar de una manera más profesional y seria.

G. A.: ¿Cómo fue el paso de actriz a payasa?

P. P.: Pues por casualidad. Yo me puse la nariz de payaso por primera vez sólo para enriquecer mi actriz, no tenía ninguna intención de dedicarme al clown. Haciendo cursos, descubriendo payasas internacionales que me “trastornó” y también haciendo pequeñas intervenciones para casas “ocupadas” de aquella época, donde había mucha actividad cultural. Después de estas experiencias ya no hubo marcha atrás. Era como una adicción, pensaba: “Esto que me está pasando cuando estoy payasa no me pasa cuando soy actriz.” A principios de los noventa aquí no había circuito ni había ninguna mujer payasa sola y para adultos. Me daba igual. No tenía nada que perder y comenzó la aventura y lo hice con mi primer espectáculo: “De P a Pa”. Pero esto no es un monólogo! Y tú … cuéntame, ¿cómo has llegado hasta aquí? Sé que te van muy bien las cosas y que hace pocos días te han dado un premio en la ciudad de Tàrrega, ¿verdad?

G. A.: Sí … es cierto y me da un poco de vergüenza este tema. Yo también empecé estudiando teatro para algunas escuelas de Barcelona. Iba picante de aquí y de allí. Teatro de texto, musical, baile. Donde profundicé más fue con el método Lecoq, que es teatro de creación. Porque yo lo que sí tenía muy claro ya de pequeño es que quería crear mis cosas. No quería ser “sólo” un actor. Me atraía todo: escribir, dirigir … Ser consciente de todo. Luego hice un curso de clown y más tarde apareció una persona clave en mi carrera: en Jango Edwards. Con él todo aquel desorden se puso en su lugar. Entendí el porqué me interesaba el clown. Entendí el mensaje, la filosofía.

P. P.: (le interrumpe) Y tú tu payaso como lo vives?

G. A.: (se queda parado por la pregunta) Ui … no sé cómo lo vivo. Qué pregunta … He ido haciendo … Era muy jovencito y atrevido y un día le dije a Jango: “Quiero hacer un espectáculo.” Él me dijo: “Vale, ven a casa y te ayudo.” Yo fui el primero sorprendido porque mis padres me habían hablado muchísimo y de todos sus espectáculos. Cuando llegué a casa del Jango llamé a mis padres y les dije: “Papas estoy en casa el Jango y me ha dicho que me dirigirá un espectáculo.” Van flipar. (reímos) y me dijeron: “Niño: haz, haz …”. Y yo hice. Él me ayudó muchísimo. Me llevaba a actuar por muchos lugares y finalmente estrené mi primer espectáculo, muy del estilo de en Jango. Por suerte hice muchos “bolos” y eso me permitió ir encontrando cada vez más mi manera de hacer. Ahora ya tengo nuevo espectáculo, pero todo ha ido muy rodado, casi sin darme cuenta. Ha habido una evolución del primero al segundo, he intentado ponerme deberes y buscar cosas nuevas.

P. P.: No te lo tomes mal, pero yo recuerdo que hace muchos años, cuando apenas empezaba a poner la nariz, me dijeron que uno empieza a ser buen payaso o payasa a partir de los cincuenta años. Es cierto que a las familias del circo uno empieza a hacer de payaso cuando ya ha pasado por muchas otras disciplinas. La juventud es para las acrobacias, malabares, trapecio y cuando ya no puedes con tu cuerpo, concentras toda la esencia del mundo del circo en el payaso adulto. Dicen que el maquillaje del payaso, cuando tienes veinte años, no se engancha en la cara. Se necesita peso, arrugas, cansancio por ser un payaso o una payasa auténtica. Es la lógica del adulto que vuelve a ser niño, después de haber vivido. El payaso no interpreta ningún personaje.

G. A.: (aquí Guillermo afloja la nariz) Es que yo no sé si soy payaso o actor. Si hago circo o si hago teatro. No sé dónde clasificarme. Al principio cuando hacía de clown me dijeron que aquello no era circo y empecé a pensar que hacía teatro, pero los de teatro me dijeron que yo no era actor, sino que hacía de payaso. Al final dije: “Bueno, yo actúo y ya está.” Ahora me he dado cuenta de que lo que me interesa es mezclar disciplinas y tengo claro que ser payaso es más una filosofía, un mensaje, una manera de tomarte las cosas … y ya está. Finalmente es una técnica.

P. P.: Es curioso lo que dices que siempre estás en la frontera de las cosas. Yo creo que esta es una condición indispensable del payaso. Pero mi visión del oficio no es tan técnica, sino quizás más romántica. Mi payasa es siempre ella misma y juega a ser otras personas, a vivir situaciones inverosímiles, pero siempre parte de ella misma.

G. A.: A mí se me hace “raro” hablar del payaso como si fuera una persona viva, que existe.

P. P.: A ver, no nos confundamos, yo sé separar la vida de mi trabajo. Yo no voy de payasa las veintidós cuatro horas!

G. A.: Pues tienes una suerte! Porque hay gente que no lo sabe hacer y de payasos las veintidós horas del día (ríen). Es importante saber dónde comienza y termina el escenario.

P. P.: Mi payasa soy yo multiplicada por diez mil. No soy un personaje. Me gusta entender que no interpretas nadie, sino que t’interpretes a ti. Soy yo con todas las cosas que opino, que he vivido, pero revolucionadas y sacudidas. No interpreto mi payasa, simplemente la dejo ser. Si el payaso del interpretas como personaje habrían payasos iguales. Si partes de ti mismo nunca t’assemblaràs a nadie. Yo creo que lo que más fascina al espectador cuando ve un payaso es su carisma, su personalidad única. Esto también ocurre con los actores, con los pintores, con los cantantes … Nos gusta y valoramos la diferencia.

G. A.: Para mí yo creo que tu visión es más la del payaso clásico, que viene de una tradición más del circo. Como por ejemplo, Charles Chaplin o Charlie Rivel, que los pusieras donde los pusieras, vivieran lo que vivieran, siempre eran ellos. El mismo personaje. Yo creo que desde hace unos años atrás ha aparecido una nueva forma de presentar el trabajo del clown. De romper la forma de verlo y que un clown podría hacer más de un personaje. Yo creo que lo que aportó en Jango Edwards …

P. P.: (lo corta) En Jango también siempre hace el mismo personaje!

G. A.: No estoy de acuerdo (ríen). Yo diría que tiene el mismo estilo, pero hace diferentes personajes. A mí me interesa más esta manera de hacer. Ahora hago un personaje, luego otro. Siempre partiendo de la base del clown, pero con muchas más posibilidades de variedad en el escenario.

P. P.: Lo que es evidente que dentro del mundo del clown no hay un solo modelo. Faltaría más. Podemos encontrar muchos tipos de clown: los alocados, los excéntricos, los más musicales, los que hablan, los mudos, los más teatrales, los bufones … hay mucha riqueza. Tú quizá por influencia del Jango estarías más en la categoría de loco. (vuelven a reír).

G. A.: Sí, quizá con el primer espectáculo sí, hacía un humor más del absurdo, más “destroyer”, más provocador, pero ahora con este segundo no, he cambiado el registro. Intento, siguiendo el lenguaje del clown igual, ir hacia un lado más tierno, más romántico, más poético. Con ello quizás queda ejemplificado cuál es mi visión de este oficio: partiendo siempre de la misma base, crear mezclando estilos y probando cosas nuevas.

P. P.: Esto que te pasa creo que es totalmente lógico para los tiempos que te han tocado vivir. De hecho, yo ya empecé tarde a hacer de payasa, pero mis primeros espectáculos eran energía pura y cuanto más me movía mejor. Ahora ya llevo seis espectáculos y cada vez me doy cuenta que necesito moverse me menos. Que menos energía es más. Antes para hacer reír quizá hacía 300 veces un gesto y ahora he descubierto que se puede hacer reír sólo con un pequeño movimiento del brazo. He aprendido con el tiempo que si me muevo mucho quedo desenfocada, aunque sigo “emitiendo” desde la misma payasa del primer día. Voy más hacia la esencia y la respiración controlada de los grandes maestros.

G. A.: (socarrón) Todo esto que dices está muy bien, pero ya me encontraré cuando tenga cincuenta años. Ahora no me toca ni lo sabría hacer. La gracia de la creación personal es que lo que hagas en cada momento será fruto de lo que estás viviendo en cada momento. Es lo que me interesa más el mundo del clown. Y sobre todo que tu trabajo se pueda ver en muchos lugares, no sólo en Cataluña. Que este esfuerzo a veces tan duro no se nos escape por el desagüe.

P. P.: Hombre … ahora tú estás viviendo una época donde ya empieza ha haber una tradición de nombres de payasos catalanes y quieras o no el público ya acepta esta tradición de payasos y payasas teatrales. Cuando yo empecé quizás de conocido sólo había en Tortell Poltrona. Ahora cuando estás en Cataluña piensas que todos los que estamos trabajando en la misma cuerda somos muy diferentes, proponiendo cosas muy variadas y con colores súper bonitos. Pero debo decir que cuando vas fuera, si te reconocen un sello catalán, que nosotros mismos no sabemos ver. Lo que está claro es que en otros países europeos hay una idea muy arraigada que en Barcelona es donde pasan las cosas importantes dentro del mundo del clown. Y yo cuando estoy aquí miro a mi alrededor y pienso … pues que mal que deben estar los demás (ríen). Si que es cierto que hay una tendencia asociacionista importante dentro del mundo del circo, aquí en nuestra ciudad. Y también gente como tú que haga propuestas arriesgadas y que llegan como ideas innovadoras en países que tienen otras maneras de entender el clown.

G. A.: Yo lo que creo que aquí todavía queda mucha pedagogía por hacer, dentro del mundo mismo de las artes escénicas. Quizás yo mismo no sé todavía lo que soy. Soy socio de la AADPC, pero ahora que me han dado un premio en Tàrrega y no salgo en el entreacto en la sección de premios, quizás porque es clown?

P. P.: En eso tienes toda la razón. Tenemos compañías de circo que están disfrutando de unas giras internacionales estupendas, pero en el momento de los premios, hay mucha ignorancia hacia la gente del circo. Yo creo que la disciplina del clown se encuentra dentro de las artes escénicas y por poner un ejemplo, en el listado de los Premios Butaca, el circo no existe. Hay un premio cajón de sastre y allí entramos todos: títeres, mimos, magos, payasos. Creo que si haces macramé también tienes derecho al premio: Otras disciplinas (reímos). O los premios Max, que son los premios de “la Catedral de las Artes Escénicas”, no existe el circo. Y no somos cuatro gatos que estamos funcionando. No se entiende por qué no existe este reconocimiento …

P. P.: También debemos aprovechado la ocasión para decir que en las casas grandes del teatro de nuestro país, hablo del TNC o del Lliure, espacios que son de todos, creo debería ser más fácil llamar a la puerta y que se ‘ns escuchara. A veces en estos espacios, los payasos y las payasas han quedado relegados a realizar funciones matinales infantiles los días de Navidad. Y pienso que nosotros dos, como muchos otros que hay y muy buenos, reivindicamos un tipo de espectáculo de este género, pero también para adultos, como hay muchas otras programaciones serias de todo el mundo.

G. A.: Quizá la clave no está tanto entre payasos y actores, sino entre producciones de los mismos teatros públicos o producciones pensadas desde las mismas compañías. Debe quedar muy claro que en el mundo del espectáculo catalán hay dos espacios muy diferenciados: Barcelona y el resto de Cataluña. De la estancia en Barcelona no comes, es el escaparate y si te va bien sales en la prensa y ayuda a que te salgan “bolos” … dicen. Es haciendo “bolos” por el territorio donde disfrutas y puedes hacer un poco de bolsa. El tema está en si te producen o te produces. A mí me interesa ser dueño de mi creación y esto tiene un coste económico y de riesgo de no entrar en las programaciones oficiales. Ya no te digo Barcelona!

P. P.: Pero porque no podría ser que tú pensaras tu espectáculo y los teatros públicos de nuestro país programasen esta creación sin necesidad de intervenir en la producción del proyecto?

G. A.: Algunos teatros han acostumbrado a hacer producciones de tres meses. Dos de ensayos, uno de representaciones y fuera.
Y venga a gastar pasta!

P. P.: Esta es la gran diferencia. Yo, y pienso que tú también, cuando parimos un espectáculo, lo hacemos con la voluntad de llevarlo toda la vida. Voy sumando espectáculos y los tengo todos en cartera. Tener repertorio e ir haciendo lo que te piden en cada momento. Esta también es nuestra libertad. La gran diferencia entre
tú y yo quizás es que a ti de entusiasmo crear y yo lo paso fatal cada vez que tengo que hacer nacer un nuevo espectáculo. Es el proceso más angustioso del mundo, pero he llegado a pensar que soy masoquista porque he creado unos cuantos. Sólo soy feliz cuando por fin entra el público en la sala.

G. A.: A mí me apasiona la creación, a puerta cerrada; me gusta este proceso. Disfruto. Hay una técnica y una maestría que apuntala el camino que voy haciendo para llegar al objetivo final. Hay una parte que sí necesitas la reacción del público … pero el teatro y sobre todo la comedia suele tener siempre una base matemática.

P. P.: Uy … aquí discrepo. Lo que funciona en un espectáculo de actores no siempre funciona en un espectáculo de payasos, porque interviene un elemento siempre cambiante que es el público. Hay que escuchar mucho. No te puedes cerrar contigo mismo.

G. A.: Evidentemente! Pero no todo se deja al azar. Debe haber una base. Así se ensaya. Pero entonces, dime, tus funciones cada día deben ser diferentes, según el público que tienes?

P. P.: No … yo me aferro a una estructura y soy muy disciplinada. Pero los primeros minutos siempre son de tanteo, como cuando vas a cenar a casa de alguien que no conoces … pides un permiso … hay una complicidad, quieres caer bien … al cabo de un rato ya se pierde la formalidad.

G. A.: Yo lo veo muy diferente. A mí me gusta la sala de ensayo. La prueba en solitario. No quiere decir que no piense en el público, pero quiero crear sin condicionantes. Yo tengo clarísima la filosofía de este oficio. Hacer las cosas poco a poco, artesanalmente y picar piedra. Utilizo el clown para conseguir estos objetivos, pero no me siento atado a él, aunque no sabría hacer nada más.

P. P.: Mira, en eso estamos de acuerdo! Estimamos este trabajo y está demostrado que se puede llegar por diferentes caminos. (suspira) A mí me gusta ponerme la nariz para hacer de payasa …

Les dejo conversando … hay pasión y ternura en sus argumentos. Ha sido una conversación interesantísima. Dos generaciones cara a cara. Dos maneras de entender este arte tan personal de hacer reír. Finalmente llego a la conclusión de que cada payaso y cada payasa es fruto del tiempo que le ha tocado vivir. Con nariz o sin: por favor! Que pasen los clowns.

Por Martí Peraferrer – Fotografias: Irene Roé

Posted by Pepa Plana in : Entrevistas Noticias,